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Sede Casa Central Banco República, Montevideo, Uruguay

2014

 

Curaduría: Alfons Hug y Santiago Tavella

Participantes: ACKERMANN Franz, ÁLVAREZ COZZI Fernando, BANERJEE Sarnath, BASSI Javier, BEERSTECHER Daniel, BORGNA GARCÍA Camila, BUSTOS Adriana, CAMPODÓNICO Matilde, DEMAN Tanja, DUPONT Julián, ERLICH Leandro, ESPINOSA SILVA Francisco, FINKELSTEIN Andrea, FISCHER Rita, FOLCO Federica + Lamasa, FORMANEK Mark, FOSCHINO Gianfranco, FUDONG Yang, GUIMARÃES Cao, GUSH Simon, HOLZAPFEL Olaf y PREECE Sebastián, IANÊS Maurício, KHATTARI Majida, LANZARINI Ricardo, LOBATO Pablo, MADRIZ Lucía, MEDICI Sofía y MALLARINI Patricia, MINELLI Gian Paolo, MONZILLO Paola, MOSCHETA Marcelo, PACI Adrian, PITTALUGA Lucía, RUBIO Federico, SOKOL Haim, SRODEK HART Guillermo, STEIN Juliana, STEEGER Patrick, STUPÍA Eduardo, VALLECILLO Adan y GONZÁLEZ Leonardo, VELAZCO Diego, VÉLEZ Humberto en colaboración con Luis Camnitzer, XIAOYUN Chen, ZIELONY Tobias, Proyecto Voces indígenas: BARRETO Adriana, BLANCO Muu, FALCONE Sonia y YAPITA José Laura, HUAMÁN José, KRAUSE Rainer, KUEVA Fabiano, MEDICI Sofía y KALAUZ Laura, MEZA Erika y LÓPEZ Javier, MONGE Priscilla, MONTERROSO Sandra, SLEGERS Ellen Johanna, TABARES Gustavo.

Tapiz, huellas en el territorio, 2014

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La distancia que separa el presente del futuro se mide de modos diferentes y en unidades de medida variables en cada época. En ocasiones esta distancia se mide en nano segundos, otras en años, décadas y siglos. Los ingenieros intentan traducir la dimensión temporal a otra espacial y determinar la distancia entre presente y futuro con categorías físicas como millas, horas, kilovatios, o con el tacómetro, mientras que a los artistas les toca –no pocas veces– registrar las ruinas que bordean ese camino. Mientras que en el arte esta distancia es vivenciada de forma extremadamente subjetiva y no lineal, la ciencia y la tecnología aspiran a la objetividad y plausibilidad.

El temor al mañana o, por el contrario, su anhelo, hará aparecer siempre al futuro en un matiz y extensión diferentes.

 

El futuro como el gran relato del arte

Desde la perspectiva eurocéntrica la cronología en el hemisferio occidental comienza recién en 1507, cuando el nombre «América» aparece por primera vez en un mapamundi de Martin Waldseemüller. Sin embargo, el hecho de que el continente estuviese poblado desde hace más de veinte mil años solía ignorarse, entre otras cosas, porque durante la conquista se destruyó una gran parte del patrimonio indígena.

Ante esta aniquilación a gran escala de una historia y un pasado, no es de extrañar que en Sudamérica también el futuro haya tenido que aplazarse una y otra vez. Esto es particularmente cierto para Brasil, el eterno «país del futuro». Que en los últimos años ese futuro haya logrado alcanzarse –quizás por primera vez– se debe a un aceleramiento cultural en el que colaboraron, entre otros, las bienales de arte. De modo que estaremos bien aconsejados si entendemos el futuro por medio de la visión de los artistas.

Traspasando los hemisferios, la II Bienal de Montevideo desplegará aquellos grandes relatos que harán reducir, aumentar o incluso converger las distancias temporales y espaciales entre los continentes.

El título sugiere que en todos los momentos de la historia el presente ha sido una proyección hacia el futuro. Quizá el pasado y el presente no sean otra cosa que una acumulación de futuros imaginarios que entretanto alcanzaron los 500 años y se encuentran divididos en dos mitades, porque en Sudamérica siempre se tuvo que considerar o incluso vivir la historia de Europa.

Hasta el tiempo fue importado de Europa. En el año 1650 el Rey Felipe III donó un reloj que fue creado por los moros para la Alhambra, a la Catedral de Comayagua (Honduras). Es considerado el reloj más antiguo de América y todavía funciona correctamente.

Una comparación de este antiguo reloj árabe con el tiempo autoconstruido del proyecto Standard Time de Mark Formanek es muy sugestivo. El primero marca el comienzo de la mecánica moderna en América; el último, el retorno consciente a formas artesanales de producción. En el intento por construir cada minuto con la ayuda de tablas de madera, los trabajadores de Standard Time se mueven permanentemente al borde del fracaso. Se trata de una visualización del tiempo que –de manera precaria– todos los días pretende construir un puente entre el pasado y el futuro y que, no obstante, debe ser actual y puntual. Un sólo error interrumpiría para siempre el flujo inexorable del tiempo.

 

Texto curatorial